Hace poco hemos estado en el Basque Culinary Center. El caso es que nuestra vecina Itziar nos dijo que se podía comer en la cafetería de esta contemporánea Escuela de San Sebastián, donde se cursa el Grado en Gastronomía y Artes Culinarias. Y por un precio de veinticuatro euros, se prueba un menú elaborado por los alumnos y vigilado por los profesores en un edificio de nueva factura: todo es, cuando menos, interesante.
Cada primera semana del mes se abren en la página web del BCC las reservas (hay que andar listo porque vuelan) para comer en la cafetería. Hay tres posibilidades: un menú del día por doce euros -es un entrante más plato más postre-; el menú Paisajes gastronómicos -el que aquí os traemos, con entrante más cuatro platos más postre- y el menú Cocinando con los chefs -es sólo un día al mes-. Nosotros nos acercamos hace un par de jueves pero conseguimos la reserva el primer día del mes. Hay que decir que nos lo pasamos muy bien y que comimos muy a gusto.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que tanto el menú como el servicio lo preparan y hacen estudiantes jóvenes que están practicando. Eso se nota en que, aunque los platos no son los más exquisitos que hemos probado (hay que decir sin embargo que están muy buenos y la relación calidad precio es alta), están hechos con dedicación y atención, también con los nervios típicos del que está en esa situación pero con mucho interés por hacerlo bien. Eso es lo mejor y más curioso.
La carta del menú tiene un entrante fijo (jugo de vainas y txangurro a la donostiarra) y cuatro platos, a elegir entre dos cada vez. Como nosotros estábamos dos, pues pudimos probar todos porque compartimos todos los de la carta. Arroz meloso con bacalao, gambas y kokotxa y foie sobre espuma de hongo; luego rape negro y lenguado con parmentier de zanahorias (en general los pescados muy muy bien); después paletilla de cordero ahumada con su jugo a la miel y lomo de corzo a la parrilla con cebollita glaseada (la carne muy bien de punto y de sabor, intenso y rico rico); de postre coulant de chocolate y tarta de manzana, los dos finos. Acompañamos el menú con un txakolí de la zona y un rioja rico y finalizamos con café y bombones.
Lo dicho, la relación calidad precio muy bien; la experiencia de ser atendido por estudiantes curiosa, y el sitio agradable. Volveremos.
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