Fin de semana en La casona rural del Valle de Soba, que se encuentra en el pueblo de Regules, Cantabria. Teníamos referencias del lugar, y lo que nos habían contado se cumplió.
Se trata de una casa estupenda para ir con niños. Situada en medio de un pequeño valle y al abrigo de unas cuantas casona, es una de las más bonitas de por allí. Está muy bien preparada, porque tiene un gran comedor con cocina industrial, y habitaciones muy amplias, en las que caben camas supletorias si es necesario. También, si el tiempo no acompaña y no se puede salir a disfrutar de la naturaleza, dispone de una pequeña sala con televisión, juegos y disfraces.
La verdad es que en nuestro caso no pararon de subir y bajar por las escaleras, jugar en la chimenea, en los amplios pasillos, en el porche y en el terreno de la casa. Los propietarios son una pareja amable, que intenta hacerte la estancia lo más agradable posible. Te dejan preparado un caldito y una quesada de la zona, además de unos bonitos patucos para todos. Eso si, después de estos bonitos detalles, te lanzan una larga lista de normas que bien la han hecho tras malas experiencias o porque no tienen hijos...
Una vez instalados y con los troncos en la chimenea fuimos a explorar la zona. Por la mañana del sábado dimos una pequeña vuelta por los alrededores, por la iglesia y el río Gandara, donde es habitual que pasen piragüistas. Cerca de la casona, en el puente que cruza el río, hay un hotel y restaurante muy agradable, con una terraza muy acogedora. Y por la noche visitamos el resto del pueblo de una manera más divertida, con velas. Un pequeño pueblo en un entorno privilegiado.
Y aprovechando el domingo de vuelta fuimos a visitar las cuevas de Cullalvera -Cantabria está llena de cuevas de este tipo porque es una tierra de formaciones calizas y ríos subterráneos-. Tuvimos mucha suerte porque nos tocó un guía estupendo que hizo las visita muy interesante y divertida, ya que las cuevas en si no son tan espectaculares como otras que hay por la zona, como pueden ser las de Pozalagua o Covalanas, muy recomendables, por cierto...
De regreso a casa, y esto no podía faltar, comimos en Ramales, en el bar El puente: hay que desviarse un poco en dirección a Arredondo pero merece la pena, porque el sitio está a la vera del río Asón y por un precio muy asequible (15 euros) dan un menú completo. Como no podía ser de otra manera, comimos cocido montañés... Perfecto para redondear un fin de semana de otoño cántabro.
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