A principios de septiembre me propusieron ir a dar un paseo entre robles, pero no uno cualquiera sino El Paseo de los Robles Milenarios. Tenía muchas ganas de natura así que no me costó nada aceptar, además de que lo habían organizado un poco por mí. Así que nos dirigimos a Etxarri-Aranatz y junto al camping, donde empieza el camino, comenzamos la tranquila caminata.
Era un día gris claroscuro, había llovido y cuando se movían las copas de los enormes árboles, caían las gotas que se habían quedado en sus hojas. Pero daba igual mojarse un poco porque aquellos enormes seres que no cabían en la imagen no solo tenían una altura y unas gigantes nudosas ramas y un tronco que no abarcabas entre varios sino que, si mirabas a la tierra, veías unas raíces que podías imaginar recias y fuertes hundiéndose hasta lo más profundo, impresionantes...
En semejante paraje no era de extrañar la presencia de mantos de helechos y de un riachuelo que añadía además una nueva melodía al movimiento de las ramas, conjunción perfecta con los diferentes tonos de verdes y el color de la tierra. En alrededor de una hora hicimos el paseo completo con múltiples paradas para hacer fotos, apreciar la cantidad de especies que había (todas señalizadas) y charlar con un señor octogenario que jugaba de niño en aquel bosque.
Una mañana perfecta, cargando reservas de oxígeno para los pulmones, verde para los ojos y la memoria y abrazos para siempre. La próxima, el Paseo de los Dólmenes, que arranca en el mismo punto y se calcula en unas cinco horas de paseo.
Posted by Ana.
Posted by Ana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario