7 de julio, San Fermín. Cuentan que la visita de Hemingway a los Sanfermines de 1953 estuvo marcada por el descubrimiento de la llegada del santo a la Capilla de San Fermín, en la Iglesia de San Lorenzo, un día como este. De sus visitas anteriores había conocido la Fiesta, el encierro, pero nunca había visto entrar al santo en el mágico momento perdiéndose en la oscuridad del arco de entrada. Entonces entró hasta la capilla quedándose largo rato ante la imagen del copatrono de Navarra, emocionado por el misterio de la devoción popular.
Los simples mortales y más los pamplonicas, sentimos esa misma emoción cuando vemos acercarse al santo en la Procesión. Uno de los momentos más bonitos e intensos de los San Fermines, de los que te ponen la piel de gallina, es cuando le cantan la jota "al glorioso San Fermín", todos contenemos el aliento y nos sentimos más navarros que nunca. Es en ese momento cuando te alegras de haberte tirado de la cama, pese a que todavía te retumbe la música en los oídos, cargas las pilas, le das las gracias al santo y tienes esa pequeña conversación con él.
Despiertas y corres para ver a la comparsa de gigantes y cabezudos que precedían la Procesión, se elevan por encima de todos, dando vueltas y bailando. Los pequeños tardan unos instantes en cerrar la boca, se quedan atónitos al ver como se acercan a ellos y como pese a ser de un gran tamaño se mueven y danzan al compás de los gaiteros y txistularis. Más tarde, se agarran a ti al ver a los cabezudos, a Cara vinagre, a los Zaldikos y compañía con las vergas pegando a todos aquellos que se cruzan en su camino, confieso que a mi todavía me dan cierto respeto. La historia dice que estas figuras se remontan al siglo XI, es impresionante como se conservan y como su caracterización es de lo más actual.
El día siete, nos vestimos de nuevo con lo mejor de nuestras galas sanfermineras y volvemos a pasear por la calle, disfrutando del ambiente. Compensamos el exceso nocturno del día 6, con una mañana en la que disfrutamos los pequeños y los mayores. En cualquier esquina encuentras música que te hace cantar y bailar.
Una visita obligada es la de la tómbola de Cáritas, situada en el Paseo Sarasate. Forma parte de las tradiciones unidas a los San Fermines, de hecho, antes de que empiecen las fiestas, cuando ves que ya empiezan a colocarla es cuando eres consciente de que ya falta menos. Por precios populares se compran boletos, algunos con premios directos y otros con números para participar en varios sorteos, es una bonita manera de colaborar con los más desfavorecidos y de no olvidarte de ellos en fiestas.
Después de la vuelta por la fiesta, lo mejor para acabar el día es acercarse al parque de la Ciudadela a ver los fuegos artificiales. Un bocadillo y un buen sitio y a las once de la noche preparados para disfrutar del espectáculo. Aquí os dejamos la traca final para que podáis hacer vosotros lo mismo....
LAS ZAPATILLAS ROJAS YO CREO QUE LAS CONOZCO SON DE UNOS NIÑOS A LOS QUE QUIERO MUCHO
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