El segundo día de visita en Londres dimos una vuelta por uno de los paseos que más nos gustan, el Bankside a lo largo del río. Alguna veces lo comenzamos desde el London Eye, pero esta vez arrancamos visitando la Catedral de St. Paul, porque hasta ahora no la habíamos visto por dentro. Llegamos allí desde la estación de metro Mansion House, y la verdad es que aunque hay que pagar entrada, merece la pena. Es sin duda uno de los edificios más importantes de Londres y de toda la arquitectura neoclásica, y la obra maestra del arquitecto Sir Christopher Wren. Tanto su cúpula (que inspiró más tarde a la del Capitolio) como sus interiores son magníficos, llenos de orden y riqueza. Maravilloso.
Desde allí se pasa por el Puente del Milenio (de Sir Norman Fóster) viendo todo el skyline de la ciudad hasta justo enfrente de la Tate Modern, uno de los mejores museos de arte contemporáneo del mundo. Es un buen plan siempre, haga bueno o no, porque además de disfrutar del edificio (de los arquitectos suizos Herzo&DeMeuron) se puede visitar la colección de un par de plantas sin pagar entrada. Además, os recomendamos que después de salir de la Tate os acerquéis al Pub que está al lado, el Founders Arms, para comeos la hamburguesa Tower 42 que nosotros siempre nos zampamos.
Después de la comida viene el paseo por todo el Bankside, despacio y disfrutando del Río Támesis, hasta llegar al Tower Bridge y al Ayuntamiento, un edificio nuevo también de Fóster. Siempre bajo la atenta mirada de The Shard (la Aguja), un nuevo rascacielos que ha cambiado la imagen de la ciudad y se ha convertido en una nueva atracción (se recomienda subir a su última planta para verlo todo, algo que no nos dio tiempo a hacer).
Pasado el Puente de la Torre de Londres más allá está Shad Tames, una bonita calle con pasarelas entre edificios que eran antiguos almacenes ahora recuperados por comerciantes. Todo este paseo, con calma y disfrutándolo, nos ocupó el segundo día...
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