Llega el otoño y con él sus duendes. Están ahí, detrás de todas las hojas que caen de los árboles. Tienen los ojos cerrados y por eso no nos damos cuenta, pero nos miran y nos vigilan. Y cuando se descuidan y abren mucho los ojos entonces podemos verlos. Curiosos, viejos, naturales, pequeños y divertidos. Traviesos como todos los duendes y viajeros, porque en cuanto sopla el viento bajan de sus ramas decididos a emprender el viaje que les lleva hasta nuestras ventanas. Y ahí se quedan pegados al cristal para cotillear lo que pasa dentro de nuestras casas.
El otoño es posiblemente la época más mágica del año, junto con la primavera. Salid al campo y veréis, o simplemente poneos al lado de unos cuantos árboles cuando sopla el viento, y escucharéis cuentos y leyendas venidos de antaño. Quedan pocos días otoñales porque en un mes llega el invierno y sus luces y copos de nieve. Así que abrid bien los ojos y los oídos por si acaso os pasa al lado uno de estos duendecillos...
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