Si pudiese teletransportarme a algún lugar del mundo, sin dudarlo un instante lo haría a Brasil. Un pais lleno de vida, de naturaleza y de buena gente. Hace ya unos años que lo visitamos, y siempre nos acordamos de las puestas de sol que vivimos en Jericoacara. Y el otro día al escribir el post de la cena por la costa nos vino a la cabeza aquellos maravillosos momentos.
Jeri es un pequeño pueblo situado en Ceará, a 300 kilómetros al oeste de Fortaleza. Se llega desde Fortaleza en un viaje en coche que dura medio día, casi una aventura, porque el último tramo del recorrido se hace sin carretera, por pistas y a veces ni por éstas. En el pueblo ni siquiera hay asfalto, la arena blanca de su playa infinita lo invade todo. Allí llegan los enamorados del windsurf y los que buscan un rincón apartado del mundo, tranquilo, con otro ritmo. Un lugar donde olvidarse.
Jericoacara es famosa por sus dunas gigantes. El pueblo está dominado por un parque de grandes dunas a las que la gente sube al final del día para ver la puesta de sol, al calor del viento que no cesa y hace silbar las palmeras. Y vaya que si merece la pena. Porque a esa temperatura que no baja de los veinticinco grados asistes a un espectáculo natural impresionante. Las fotos que aquí os colgamos no son ni la mitad de lo que se ve allí, porque el paisaje se escapa a la vista a uno y otro lado, los colores son increíbles y el tiempo parece que pasa más lento de lo normal. Fue ponerse el sol y lanzar un aplauso espontáneo y colectivo todos los que estábamos allí arriba porque la puesta de sol que vimos, sabíamos que no se nos iba a olvidar en la vida.
Una de las noches fuimos espectadores de la luna llena más bonita que nunca jamás habíamos visto. Parecía de día. La playa y el mar se encendieron y todo adquirió una luz plateada y misteriosa. Allí asistimos a los bailes de capoeira que justo al anochecer se organizaban en la playa (recuerdo que coincidimos con un encuentro nacional de grupos), comimos en restaurantes muy recomendables como el "Chocolate" y disfrutamos de unas cuantas caipiriñas antes de regresar al hotel a darnos un baño en la piscina por la noche, a los pies de la duna.
Vamos, como para no volver....
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